Bang, bang, bang…*

*Nueva York, 3 de junio de 1968.Onomatopeya aproximada del sonido producido por las balas al salir de la pistola de Valerie Solanas con dirección al cuerpo de Andy Warhol.
Posiblemente el cirujano que remendaba el desvalido pecho de Andy Warhol, tras la expresionista ráfaga de Valerie Solanas, desconocía que en cada puntada de aguja se encontraba uno de los símiles más interesantes de la segunda mitad del pasado siglo XX. Como cada una de aquellas incisiones reparadoras la posibilidad de habilitar lo deshabilitado se convierte en una tarea delicada y decidida por la que dejarse llevar. Las posibilidades reparadoras del Arte Contemporáneo han sido reducidas en muchos casos a su mínima expresión, nuestra posibilidad y necesidad de pataleo se parece más al movimiento descontrolado de una gallina recién decapitada. Como casi siempre corren tiempos de mueca ante el espejo, como respuesta ante un modelo que se empeña con obstinada persistencia en transitar los lugares ya recorridos por generaciones de artistas fallecidos en ingrato acto de servicio. Sería plausible ver a alguien apagando las luces y poniendo el cartel de cerrado por vacaciones a este circo, ya que sin duda nos encontramos ante los estertores de un modelo de autoría y producción pagadas de si mismas con dudosos honores. El contexto artístico en su aparente complejidad intenta desesperadamente asirse y reinventarse en su propio rigor mortis, pese a la incomoda sensación y la mala conciencia que a todos se nos queda. Detrás de esta posición de dudoso equilibrio y peor equilibrismo nos encontramos en un punto del viaje, donde el jet lag provocado por las diferencias entre nuestra autocomplacencia y la cruda realidad, nos conducen al destino tristemente merecido, sin preocuparnos porque alguien haya extraviado nuestras maletas, porque del mismo modo que al Marcel Duchamp de 1917, toda nuestra robe de chambre consiste en un cepillo de dientes. Las posibilidades de establecer un nuevo ámbito de acontecimiento, derivan hacia el cuestionamiento del modelo producción y así mismo a la (re)invención de los cauces de distribución de objetos o situaciones artísticas, mientras tanto el espejo conocerá todas las posibilidades de contorsión facial que nuestra mueca nos permita realizar. Para ello y como el remiendo sobre la carne viva, se impone hundir la aguja y corregir el rictus. Suso Fandiño.